A los fariseos –dícese de los hipócritas que fingen un alto rigor religioso y, lo que es más temible e inadmisible, tratan de imponer sus rigores a los demás–, a los Sanz, Kutz, Sayas y Barcina que en materia de interrupción voluntaria del embarazo han hecho de este su Reyno el reino al revés, hay una sola pregunta que hacerles, muy fácil de responder. La pregunta es si un billete de ida y vuelta de aquí a allá vale lo mismo que uno de allá a aquí. Porque si un billete, vamos a suponer, de Pamplona a Bilbao vale lo mismo que uno de Bilbao a Pamplona, Sanz, Kutz, Sayas y Barcina no tienen el menor pretexto para, de igual manera que durante años han mandado fuera del territorio foral a las mujeres de este su Reyno que se veían en los supuestos de interrupción voluntaria del embarazo contemplados por la ley, a partir de ahora traigan a los anestesistas que se precise –si es que se precisa de alguno, como Kutz o Sayas alegan, lo que está por ver– para que la ley no sólo se cumpla, como afirman que se cumple –por el hecho de mandar a las mujeres a otras comunidades donde la legalidad rige sin salir de ellas–, sino que se cumpla aquí, como siempre debió haberse cumplido y como la nueva Ley de Salud Sexual exige expresamente que se cumpla. Pero aunque el billete de ida y vuelta de un anestesista valiera más que el de cualquiera de nuestras conciudadanas, el Gobierno debe pagar ese precio, en primer y fundamentalísimo lugar porque nuestras conciudadanas son iguales en derechos a las de cualquier otra comunidad. Hablar de contrafuero para oponerse a la Ley de Salud Sexual ya son ganas de no saber qué excusa todavía más hipócrita interponer para seguir inventado el reino al revés: este foralísimo Reyno en el que la objeción de conciencia se da por sobreentendida y no necesita justificarse, como han de justificarse y retratarse los médicos autóctonos que se declaran dispuestos a poner los medios para un efectivo y no viajero reconocimiento de la igualdad de las mujeres ante la ley.

Publicado en Diario de Noticias
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