La gente con una culturilla no solo vimos ayer el primer episodio de la cuarta temporada de The Crown, donde hay unas interesantes consideraciones sobre cómo debe ser un miembro de una familia real que se respete a sí mismo y respete mínimamente –tampoco mucho– a la ciudadanía de su país; la gente con un cierto bagaje cultural, cuando vemos estos días las fotos del Emérito embutido en un abrigo de piel de leopardo de las nieves no podemos evitar pensar en El príncipe de Zamunda, película que toda persona con una culturilla ha visto. En Doctor Zhivago, que es donde llevaban unos pedazos de abrigos a prueba de inviernos siberianos, también pensamos; pero sobre todo pensamos en El príncipe de Zamunda –Coming to America, John Landis, 1992–).
La capital del reino de Zamunda se adivinaba –porque mucho de ella no se veía– como un paraiso para arquitectos estrella –de esos que construyen los lujos asiáticos de la arquitectura conocidos como «elefantes blancos», especie de la que está llena la capital de Kazajistan– y para monarcas de reinos remotos, como el Emérito, aficionados a abatir lo mismo cansados elefantes grises que desprevenidas cabras silvestres.
The Crown, temporada 4, episodio 1, minuto 31: