«Desde su exilio en Londres, Marx emprende la tarea de criticar los pasos inmediatos de los parisienses “valientes hasta la locura” y “dispuestos a tomar el cielo por asalto”.
¡Oh, cómo se habrían mofado entonces de Marx nuestros actuales sabios “realistas” que, en 1906-1907 se mofan en Rusia del romanticismo revolucionario! ¡Cómo se habría burlado esa gente del materialista, del economista, del enemigo de las utopías que admira el intento de tomar el cielo por asalto! ¡Cuántas lágrimas, cuántas risas condescendientes, cuánta compasión habrían prodigado todos estos filisteos respecto a las tendencias motinescas, utopistas, etc., etc., con motivo de semejante apreciación del movimiento dispuesto a asaltar el cielo!»