Vanidad de vanidades. El Gobierno «sin fierezas» –el de la gobernanta que en campaña electoral prometía cambio profundo y una vez elegida invita a no hacerse «ilusiones infantiles», lasziate ogni illusione (informa Radio Macuto de que las cocinas privatizadas de los hospitales no volverán a dar el buen servicio público que daban así como así)–; el Gobierno «sin fierezas», digo, no pudo sustraerse al populacherismo a ras de suelo de retratarse como se habían retratado el gobierno anterior y el que precedió a aquel: en la tribuna presidencial del Osasuna, covachuela alibabesca donde aún impregnará el aire un irrespirable tufo a carpetovetónico mangui futbolero, de esos que entran y salen del trullo tan guapa e impasiblemente con su Aundi, entiéndase, con un pedazo de Audi…
El Gobierno sans férocité –start the revolution without me–, el Gobierno que se dice del «cambio tranquilo» –tranquilidad es lo que prometía en campaña electoral el candidato inmovilista del partido anteriormente gobernante, ese al que la parroquia no votó con la vana ilusión de que quizá así algo cambiaría–; el Gobierno en ejercicio, la presidenta del Gobierno y su consejera de Cultura –la misma que ha confirmado por ser de su «plena confianza» al gerente del Baluarte y todo su equipo, lo que sin duda habrá dado una enorme tranquilidad tanto a los aficionados a la zarzuela como a los altos funcionarios digitalmente designados por el gobierno anterior– se han retratado en el mismo lugar, con el mismo aire de senadores romanos excitados por las fieras del circo que en su día exhibieron Barcina y Corpas, los gobernantes anteriores, de tan infausta memoria. Se han retratado en la misma cueva de Ali Babá donde Miguel Sanz, el casi olvidado presidente que precedió a la predecesora de la actual presidenta, se fumó tan buenos puros. Pasan los gobiernos, las fieras permanecen.
En la foto que Javier Bergasa y Mikel Saiz hicieron de tan inefable momento de futbolístico gozo gubernamental, por delante del alcalde capitalino y de la suma gobernanta se ve, junto a la tribuna presidencial, en un lugar de privilegio al incombustible forofo osasunista –very important forofo– y eterno alto cargo de la función pública, quizá ya jubilado, Pedro Pegenaute. Lo que me trae el recuerdo de la imperturbable casta de mandarines chinos que se sentaban a ver pasar los cadáveres de los sucesivos gobernantes que el incesante fluir de la historia les deparaba. Me trae el recuerdo de eso y de la inmortal jota baturra que dice:
«No se pue contimparar
un charco con una juente;
sale el sol, se seca el charco
y la juente premanece».
Pasan los gobiernos, los pregenautes «premanecen».
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Últimas noticias:
Localizado en Palma de Mallorca el marido de la exconsejera navarra de Sanidad que privatizó las cocinas de los hospitales públicos de Navarra, donde representa a la exconsejera balear de Sanidad, enredada en un embrollo judicial de corrupción. Otro navarro con proyección allende nuestras mugas.
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Anexo documental: