La exposición antológica que ha organizado la Caixa de Pensiones en Madrid y su catálogo tan voluminoso (aunque exclusivamente se centra en mi Propósito experimental, en 1957, para la IV Bienal de São Paulo, además de algunos escritos míos sobre estética) me han sorprendido. He sido sorprendido por esta exposición y me encuentro abatido cuando me visita el escritor Félix Maraña para pedirme estas líneas. Creo que ha habido complicidad con la Caixa de Txomin Badiola y jóvenes escultores vascos que, desde hace algún tiempo, venían escribiendo sobre la relación del escultor alemán Beuys conmigo. Todos, implicados en una conclusión de la vanguardia histórica última como servicio educacional y social. Esto ha sido el constructivismo ruso, en la primera posguerra, y el constructivismo vasco, en la segunda, como complemento del ruso.
En el catálogo de la Caixa hablo de posmodernidad en cultura artística. He dicho y sostengo que la posmodernidad es la renuncia a la utopía; que el posmoderno ya fue hecho antes, pero en serio. El posmoderno es un repaso al arte contemporáneo; una lección fuera de horas; una clase extra.
He sido considerado, creo que con razón, como el único artista de la segunda vanguardia histórica, aun todavía no enterrado, pero ya afectiva, voluntaria y gozosamente muerto. Entre mi muerte que ya ocurrió y mi entierro que vendrá sucederán, no obstante, muchas cosas. Otras ya han sucedido. La primera, el gran fracaso del arte contemporáneo. Un fracaso político, porque no se devolvió su propiedad al pueblo, a través de un proceso de enseñanza, de un proceso pedagógico. Eso hubiera sido el arte popular; como resultante, el arte nuevo, y estas exposiciones, en vez de hacerse en salas, se harían en la escuela, entre profesores y nenes. Pero los artistas, seres de sensibilidad privilegiada, han preferido guardarse para sí el poder, y se ha creado una clase de artista con privilegio, por cierto, y a la vez explotado por el tráfico, el comercio, la galería. He dicho antes constructivismo,pero debo decir reconstructivismo, porque de lo que se trata es de reconstruir el país.
Si Euskadi hubiera tenido gobierno en cultura, el espacio cultural vasco sería el primero hoy en la Europa de Estrasburgo. Todo se resume a decir que aquí no todos somos de ETA. Pues hay que decir qué somos. He aceptado mi muerte, pero, qué horror, voy a ir a la inauguración; tendré que hablar, saludar, después de 30 años, en que abandoné la escultura.
Hoy resido en el mundo invisible preindoeuropeo y vasco, y en esa breve cuartilla de escritura de protección o dios de papel, que es la poesía, en la que me he refugiado no para llegar a los hombres, sino para huir definitivamente. Porque me ha cogido la poesía y de ésta no salgo.

El Globo, 5 de febrero de 1988