Nuestras obras en piedra, pintadas, impresas…
están a salvo, algunas de ellas por unas décadas,
o por un milenio o dos,
pero finalmente todo deberá caer en la guerra
o desaparecer en las cenizas universales.

Las grandes obras y los fraudes, los tesoros y las falsificaciones.
Es ley de vida. Vamos a morir.

«Ten buen corazón» –grita el artista muerto
desde el pasado viviente:
«Todas nuestras canciones quedarán silenciadas,
mas qué importa, ¡seguid cantando!».