El día que Un gudari armado llamado Odiseo –la escultura de Oteiza– llegó a Pamplona, Oteiza declaró a la prensa local que, antes de alcanzar la meta de Alzuza, el guerrero se tomaría un respiro, se daría un descanso en la ciudadela de la capital navarra, donde reposaría por un tiempo ante de arribar a Itaca. Pero el Odiseo de Oteiza nunca llegó a Ítaca. Se quedó en la ciudadela pamplonesa para siempre. Los sepultureros de la memoria y del  legado del escultor desconocían u omitieron cumplir esa y otras voluntades del Oteiza más guerrero.
Anteayer, los sepultureros del escultor de Orio se reunieron en Alzuza para verificar que Oteiza está irreversiblemente muerto, sus restos entregados a la jauría académica y su memoria enterrada bien honda. Sobre su tumba se lanzaron los tres tochazos de gran tonelaje del nuevo Catálogo razonado en tres idiomas, entre los aplausos de los circustantes –oteizianos que se burlaban de Oteiza cuando vivía, oteizólogos, viejos y nuevos arribistas de la política y la cultura en una y otra lengua–. Otro día gris y funerario.
Ante día tan gris, Exclusivas Eder se complace en brindar a su selecta clientela unas imágenes del  día remoto en que Oteiza dejó descansando en la ciudadela de Pamplona al gudari armado llamado Odiseo que nunca llegaría a Alzuza.

Postdata: Ni Oteiza ni el «operador de cámara» fueron detenidos tras «filmar» esto, pero lo merecían.