Heroica, como se esperaba, la resistencia de la Corella upeneista –esa Numancia foral– a la Ley de Símbolos que viene. Corella se inmola antes que retirar los símbolos de los de Mola. Pero para épicas, las hazañas bélico-apostólicas que figuran en la bóveda del reinaugurado mausoleo. Sólo faltan allá arriba Corella y los 40 de Artajona. A falta de tan principales 40,  Barcina… (A ver si nos aclaramos: ¿cuántos metros legales o ilegales –calificados y recalificados– tiene tan moderno dúplex y por cuántos tributó o contribuye?) A falta de los 40 de Artajona, Barcina ha reabierto el mausoleo con 44 artistas vivos dentro. Esperemos que todos sobrevivan a tan dura experiencia funeraria. El lugar reúne pocas condiciones para la estimación del arte de valía,  pero ¡qué apabullantes resultan las malas pinturas de la bóveda! Paradójicamente, entre tanta pintura valiosa, lo llamado a pervivir –pues así lo estipuló la intelectualidad arzobispal y en ello se obceca la alcaldía– son esos cromos del techo que crean la mitología del heroico carácter regionalcatólico. A tono con las pinturas, el edificio –en tanto que monumento funerario, impracticable para cualquier uso vivo– es un pastiche aterrador.  En él, Eusa olvidó lo que sabía del movimiento moderno –el mismo que inspiró la obra del dúplex de Barcina en Mendebaldea–  y miró hacia “El imperio de la luz”: hacia la cúpula que el Arquitecto de Estado de Hitler levantó para el primer congreso nazi. Como la cúpula de Albert Speer, el monumento de Eusa se impone a la ciudad. Al fondo está la retórica menos fumable del Heidegger más mistificador, según la que vivos y muertos comulgan en una unidad de destino. Arquitectura novia de la muerte –gustará en la Corella upeneista–, pastiche al que UPN –¿somos novios de la muerte o estamos por el movimiento moderno?– ha añadido lo que Pepe Isbert quería en Bienvenido Mr. Marshall: más chorritos en la fuente.

Publicado en Diario de Noticias, el 28 de marzo de 2003