Su Alteza Real –todo con mayúsculas de las llamadas genuflexas– lo planteó bien: “Ya tienes tu minuto de gloria”. O si no bien, sí donde el problema se plantea. En La toma del poder por Luis XIV, Rossellini veía al Rey Sol como un Soberano –mayúscula y genuflexión– entre Maquiavelo y Warhol, que iba por Versalles repartiendo minutos de gloria. El Luis XIV de Rossellini planifica Versalles como el teatro de un espectáculo total para mayor gloria de Su Majestad –más mayúsculas y más genuflexiones–. Planificar Versalles era planificarlo todo: el Estado y la moda, ridícula como ninguna hasta entonces, pero adoptada sin pestañear por cuantos aspiraban a gozar de un minuto de gloria bajo el Sol. Escribe Marx –Karl– que la monarquía –la monarquía de cuando había monarcas– tiene por principio el desprecio de los de abajo, los que viven –dice literalmente– “en el fango de la vida vulgar”, con penas y sin gloria. Por supuesto que, lejos de Luis XIV, ese al que solo por inercia histórica llamamos Su Alteza Real, como él mismo dijo en su declaración de buena voluntad, no pretende más que hacer su trabajo, sabedor de lo que la Constitución dice: que la soberanía no está en el Soberano sino en los ciudadanos, por lo que expresiones como Soberano, Alteza o Majestad no son más que retórica ceremonial. ¿Dónde está, pues, el problema? Hay al menos dos. El primero, más bien de procedimiento, es que Su Alteza, como tantos altos cargos navarros de libre designación digital que nos miran desde arriba, no ha obtenido su trabajo por oposición, mérito o elección. El segundo, más bien estético, no es tanto que la inercia histórica del ritual monárquico incite al desprecio involuntario de los simples mortales –“Ya tienes tu minuto de gloria”–, cuanto que propicia genuflexiones sonrojantes entre nuestros representantes, a la última moda para la ocasión y sin miedo al ridículo, por no hablar del sonrojo que da la penuria dialéctica de un Sanz en su pretar filas alredor de Su Alteza.

Publicado en Diario de Noticias
dn

 

Vídeo:

 

Audio: ¡Viva la munícipe por antonomasia!

Municipe