La lectura en Diario de Noticias de un artículo sobre las javieradas me ha recordado uno que publiqué en ese mismo periódico ahora hace 6 años y que recupero aquí:  
     
  Porque, «¿no os parece, peregrinos –preguntaba el obispo Marcelino Olaechea en 1941– que el 19 de julio de 1936 fue una gigantesca y providencial Javierada?». A los peregrinos que escuchaban al obispo –Baleztena, Ignacio, el inventor del riau-riau; Del Burgo, Jaime, el que se adiestrara en el uso de las armas en la Italia mussoliniana, y demás gente que en el 36 estaba sobradamente preparada (preparada, ya digo, incluso en la Italia de Mussolini) para la insurrección militar– obviamente les parecía que sí, que la del 36 fue una gigantesca y providencial Javierada.
   Según eso, no van 72 Javieradas sino 73 –sin cortar otras javieradas anteriores a las que se llamó carlistadas–. En diciembre de 1939, el inventor del riau-riau y el obispo que da nombre a la Línea Marcelino –la densa línea de conventos que hasta ayer circundaba Pamplona a modo de primer baluarte espiritual defensivo frente al Maligno– quedaron en el monasterio de Irache, donde Mola y el portavoz de los carlistas se dieran cita para lanzar el golpe sangriento contra la República, y en compañía de otros tradicionalistas –los Caballeros Voluntarios de la Cruz– inventaron las Javieradas. Por descontado que la palabra ‘javierada’ se le ocurrió al obispo Olaechea, el mismo que en su encendida e incendiaria alocución del 23 de agosto de 1936 dio al sangriento golpe militar contra la República el rango de Cruzada. Pemán, promotor del golpe y poeta oficial del régimen salido de él, vino a la que dicen que fue legendaria Javierada del 58 y prometió meter en el diccionario de la RAE la palabra inventada por el obispo, pero no cumplió su palabra. En 1950 el propio dictador había mandado aligerar de retórica imperialcristiana su película Raza y en los 60 había que adelgazar el espesor nacionalcatólico de ceremonias como las Javieradas, hace unos días glosadas con entusiasmo por el obispo actual y por el consejero cultural del gobierno progresista en ejercicio. Luego salió la sentencia del Supremo que, pese al conservadurismo del alto tribunal, reconoce cuando menos dos evidencias: que en tiempos nacionalcatólicos se homenajeó mucho a unas víctimas y nada a otras, y que «la otra Javierada» del obispo Olaechea, el sangriento golpe a la República, la Cruzada, aunque los jueces no puedan entrar en eso –o eso sostiene el tribunal–, desencadenó una eliminación sistemática del adversario político hoy tipificada como crimen contra la humanidad.
 
  Publicado en Diario de Noticas el 4 de marzo de 2012  
     
  Los Caballeros Voluntarios de la Cruz fundando la tradición:  
   
     
  La «otra Javierada»: